Hola a tod@s y bienvenidos a mi blog! Soy Alma Shadow y escribiré cada miércoles y sábado una pequeña historia de mi propia cosecha para el deleite de los lectores, con el deseo de que la disfrutéis y que comentéis las mismas.
Espero poder crecer con vosotros y que recomendeis el blog a personas que les gusten la lectura.
Un saludo
Alma Shadow
jueves, 27 de octubre de 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
Una hermosa tarde de otoño
Cuanto frío hacía aquella hermosa tarde de otoño...
Las hojas de los árboles caían al suelo realizando una hermosa e hipnotizante danza de bailarinas solitarias, que giraban unas junto a otras divertidas esperando caerse lentamente contra el suelo, rozándolo, para después posarse en una calibrada caricia áspera contra el frío granito de la calle.
Esa tarde, no había sol en lo alto del cielo, una tenue pero grisacea capa de nubes cubría el esplendor matutino en un desesperado intento de dramatizar el ambiente del día con mucho éxito, he de añadir. Los pájaros no volaban, se encontraban en sus nidos calentandose los unos a los otros y protegiendo a sus pequeños de la borrasca otoñal y el frío del silencio.
Solitario estaba el parque aquel día. No había risas ni lloros de los más pequeños, no había amantes que dejasen al descubierto sus más íntimas pasiones, sus efímeros sueños de un amor eterno que no duraría, no había miradas cargadas de amor y comprensión, no había abrazos bajo los árboles ni besos en los bancos, ningun niño se había caído del columpio, tampoco ningún padre regañaba a nadie. El mas absoluto silencio, acompañado en un bals de harmonía por el viento hacía compañía a la figura que observaba el cielo soñolienta, perdida en un mar de infinitos pensamientos sobre todo y nada, deseando fundirse con la soledad del momento y desaparecer solo por unos instantes.
Un pequeño escalofrío le inundó el cuerpo, haciendo que el vello de la nuca se le erizase en un desesperado intento de calentar la desnuda zona corporal.
Respiraba lenta y profundamente, tragando el frío aire y saboreandolo en sus pulmones para después soltarlo muy despacio, tranquilamente, sin prisa.
Metió sus manos entumecidas en los bolsillos de la chaqueta en un intento de que recuperasen su color normal y no tuvieran ese color moraduzco que tenían siempre que perdían su temperatura normal. Se acurrucó en su bufanda, haciendose cosquillas en la boca con el sueve tejido de la misma.
El sonido de unas pisadas llamó su atención.
Sin siquiera mirar quien era, se levantó despacio, sin prisa, luego levantó la mirada y sonrió a su acompañante complacida.
Le tendió la mano con cariño, sintiendo el tacto de las manos calidas contra las suyas y no pudo evitar sentir ese sentimiento tan familiar de estar en casa.
Caminó junto a él al compás, en un perfecto toc, toc, toc, que resonaba por todas las esquinas.
Esa tarde, ella también se unía al otoño. Esa tarde, ella también sería amante de sueños efímeros y amores imposibles.
Si, esa tarde, era una hermosa tarde de otoño.
Las hojas de los árboles caían al suelo realizando una hermosa e hipnotizante danza de bailarinas solitarias, que giraban unas junto a otras divertidas esperando caerse lentamente contra el suelo, rozándolo, para después posarse en una calibrada caricia áspera contra el frío granito de la calle.
Esa tarde, no había sol en lo alto del cielo, una tenue pero grisacea capa de nubes cubría el esplendor matutino en un desesperado intento de dramatizar el ambiente del día con mucho éxito, he de añadir. Los pájaros no volaban, se encontraban en sus nidos calentandose los unos a los otros y protegiendo a sus pequeños de la borrasca otoñal y el frío del silencio.
Solitario estaba el parque aquel día. No había risas ni lloros de los más pequeños, no había amantes que dejasen al descubierto sus más íntimas pasiones, sus efímeros sueños de un amor eterno que no duraría, no había miradas cargadas de amor y comprensión, no había abrazos bajo los árboles ni besos en los bancos, ningun niño se había caído del columpio, tampoco ningún padre regañaba a nadie. El mas absoluto silencio, acompañado en un bals de harmonía por el viento hacía compañía a la figura que observaba el cielo soñolienta, perdida en un mar de infinitos pensamientos sobre todo y nada, deseando fundirse con la soledad del momento y desaparecer solo por unos instantes.
Un pequeño escalofrío le inundó el cuerpo, haciendo que el vello de la nuca se le erizase en un desesperado intento de calentar la desnuda zona corporal.
Respiraba lenta y profundamente, tragando el frío aire y saboreandolo en sus pulmones para después soltarlo muy despacio, tranquilamente, sin prisa.
Metió sus manos entumecidas en los bolsillos de la chaqueta en un intento de que recuperasen su color normal y no tuvieran ese color moraduzco que tenían siempre que perdían su temperatura normal. Se acurrucó en su bufanda, haciendose cosquillas en la boca con el sueve tejido de la misma.
El sonido de unas pisadas llamó su atención.
Sin siquiera mirar quien era, se levantó despacio, sin prisa, luego levantó la mirada y sonrió a su acompañante complacida.
Le tendió la mano con cariño, sintiendo el tacto de las manos calidas contra las suyas y no pudo evitar sentir ese sentimiento tan familiar de estar en casa.
Caminó junto a él al compás, en un perfecto toc, toc, toc, que resonaba por todas las esquinas.
Esa tarde, ella también se unía al otoño. Esa tarde, ella también sería amante de sueños efímeros y amores imposibles.
Si, esa tarde, era una hermosa tarde de otoño.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)